Toda mujer que se precie sabe que hoy en día no es posible distinguir la realidad de la ficción. Lo que ocurre parece un chiste y tu vida sería más creíble como cuento para la ocasión. Un momento, que salgo de esta rima idiota: Ya. Una pasa los días atenta a las noticias, leyendo ensayos filosóficos, vive en la hiper-normalización. Una se toma la tisana bien entrada la noche, a la espera de un ruido de cristal roto, del reflejo de una llamarada en la fachada de enfrente, deseando que alguien rompa de una patada la cuarta pared y aparezca, por fin, el título: La revolución. Otra vez la puñetera rima.
En mi cabeza, que está creo bien amueblada -nada del otro mundo, muebles de Ikea y alguna donación-, todo es fake por si acaso. Todo es falso hasta que no se demuestre lo contrario. Tú a mí no me la cuelas. Pero ojo, yo no soy conspiranoica, yo creo en la verdad demostrable y la ciencia. Es solo que internet está muerto, el periodismo está en estado de descomposición, la sociedad entera es un juego del teléfono agotado: miles de versiones y opiniones sonando al mismo tiempo, y muy poca energía para verificar. Piensas mentiras, las tragas, las cagas. Tal vez fue siempre así, aunque no tanto, no tan abundante. Tal vez lo único verdadero sea el dolor de regla, el efecto de ciertas drogas, tu abuela diciéndote que está llorando aunque no lo parezca, es que los ojos hace tiempo que se le secaron.
Vosotros sabéis eso de las inversiones y las criptomonedas. Yo nunca caí porque, como he dicho, tengo la cabeza bien amueblada, con muebles de Ikea y alguna donación.
Pero un día, no sé, puse mi correo electrónico en un formulario porque me creí una página que imitaba a un gran diario. Puse mi correo pero no terminé el proceso. No le di a aceptar. No le di. ¿Entendéis? No le di. Pero dio igual. Desde hace un año, me llaman unos treinta móviles al día para decirme, desde algún lugar al otro lado del Atlántico, que me apunté a una lista para recibir información sobre inversiones y criptomonedas. Una vez, fuera de mí, le grité a la teleoperadora: "Por favor, sácame de aquí, bórrame de la lista". Ella repitió que yo me había apuntado, cosa que no era cierta. "Estáis enfermos, esto no es legal, me estáis jodiendo la vida. Nunca voy a comprar nada, lo juro. Perdéis el tiempo. Nunca, nunca, nunca". Su respuesta: "No te saco, te llamaremos más".
"Cómo decirle que la vida se nos va en engaños, que intento protegerme, ser crítica, para algún día abrazar una vida verdadera"
Bloqueé todas las llamadas entrantes desconocidas, porque todas eran fake. Un día, el bidé del baño empezó a gotear y mi gato empezó a lamer el grifo, y con ello, la higiene íntima quedó truncada. Llamé a la casera y le pedí que lo arreglara. Le pedí, sobre todo, que el fontanero me escribiera por Whatsapp. El fontanero llamó y llamó y yo no lo cogí nunca. El fontanero no venía y yo me quejé a la casera. Y la casera perdió los nervios, y casi me echa.
Cómo explicarle que todo es mentira, que la vida se nos va en engaños, ofertas, burbujas perceptivas. Cómo decirle que intento protegerme, ser crítica, ponerlo todo en cuestión, para algún día abrazar una vida verdadera. Una semana después, uno de mis clientes -por si lo dudabais, soy autónoma- me llama para decirme que le ha llegado una notificación de embargo con apremio. A mi nombre. Llamo a la Seguridad Social y me dicen que mi banco no pagó una cuota de autónomos en octubre del año pasado. Que ahora tengo un problema gordo, además de un recargo. Me tiro de los pelos. Llamo a mi banco, llamo a mi gestor, llamo a la Seguridad Social. Es raro que no hayas recibido una notificación, dice la agente. Mi gestor tampoco la recibió. Tu gestor no es muy bueno. Ya veo que no.
Borracha de rabia, escribo un mail acusatorio a mi gestor. Le digo con palabras finas que para eso le pago, para estar tranquila. Al final, me asusto tanto que pregunto a la agente qué debo hacer para detener esa palabra tan terrible: Embargo. "Haz una transferencia a esta cuenta de la Seguridad Social", dice la agente, "y el proceso se detendrá. Ya no enviaremos mails a tus clientes para localizarte, por una cuota que te dejaste por pagar". Hago la transferencia. Sigo las instrucciones del PDF para pagar embargos con apremio. Pero entonces el banco me cobra igualmente el dinero. Pago dos veces. Con apremio. Y ahora tengo que esperar unos meses para que me devuelvan el dinero.
Ya me disculparéis por la rima tonta, por contar demasiado. Todo esto era una mera introducción para deciros que las notificaciones del embargo llegaron todo el tiempo a mi bandeja de entrada. El mail de la Seguridad Social era tan feo y parco que parecía fake, una ciberestafa. Quién abre eso. Imposible creer que era oficial. Mientras escribo esto, está lloviendo mucho en Valencia. Acabo de oír por la radio que algunos valencianos han recibido mensajes falsos que se hacen pasar por alertas de la AEMET para obtener sus datos. Yo solo digo que las instituciones, además de perseguir a rebufo estos ciberdelitos, deberían tener en cuenta que muchos ciudadanos empezamos a no creernos nada. Yo pensaba que vivía aferrada a lo tangible, pero resulta que vivía ignorando el mundo real, al menos, las multas y los fontaneros. Si Brad Pitt os abre escribe diciendo "buenos días, guapa" desconfiad, pero tampoco os toméis la sospecha demasiado en serio.